lunes, 27 de septiembre de 2010

Apagón

Despertó esa mañana con el frío del cercano otoño.
Se revolvió entre las sábanas. Quisiera quedarse allí todo el día, en ese cálido refugio de color rojo y blanco.
A pesar de ello, era consciente de sus obligaciones y, con ellas en la cabeza, hundió la cara en la almohada por última vez antes de levantarse.
Se desasió de su envoltura y comenzó a tiritar. 
Miró el móvil. 
Nada. Ninguna llamada, ningún mensaje; "ilusa" pensó, "¿por qué debería importarle?"

Se dirigió al baño y, entre escalofríos, se sumergió en el agua caliente que le quemaba la piel. Habría deseado dejar de pensar, que el agua se llevara consigo todas sus preocupaciones, pero no era tan sencillo; nunca lo era

Pasaban los minutos y el tazón de cereales parecía no terminarse, no tenía especial apetito esa mañana.
El tiempo parece congelarse cuando falta la energía

Antes de salir de casa, encendió el reproductor de música, y comenzó a sonar Evanesence, le apetecía algo tranquilo. 
Salió al portal y sintió el aire helado, cortante, en la cara. Caminaba hacia la parada del bus, y sus ojos se empañaban, no sabía si a causa del vaho o de la melancolía que teñía cada milímetro de su cuerpo.

Pensaba en él, porque era su cumpleaños. El día anterior habían discutido, ella había prometido no hablarle en toda la semana, ya que detestaba cuando se comportaba de una manera tan insoportablemente ausente. A pesar de todo, le escribió un mensaje:

"Ya son las 00:01. Sé que te dije que no hablaríamos hasta la semana que viene, pero me pareció justo felicitarte, casi es un deber. Así pues: feliz cumpleaños"

No había contestado. Posiblemente habría muchos más mensajes de gente mucho más importante. Y él presentaría relativa indiferencia y egoísmo ante todo ello, como siempre. Al igual que siempre usaba máscaras con todo el mundo, y siempre se ocultaba. El mismo, siempre, que asumía el temor de todos, los rumores, la curiosidad de todas.

"Qué chico tan extraño" pensaban, "qué interesante" decían. Ingenuas. Pero quién era ella para creerse mejor. 
¿Acaso no había caído ella misma en la trampa, también?
¿Por qué luchaba por engañarse a sí misma? 
No era distinta del resto, nunca lo había sido. Le molestaba terriblemente darse cuenta de ello, y la hería conocer la verdad.
Por todo eso estaba ahí, sentada en clase, miestras el profesor de no-sé-qué materia explicaba dios-sabe-qué. Escribía todo lo que su corazón sentía y lo que por su mente pasaba. Se ahogaba, quería extender los brazos y gritar "¡tonta! ¡tonta y estúpida!", porque así era.

Quería salir de la facultad, sentir la montaña bajo sus pies y correr, cubrir la distancia eterna que la separaba de su casa. 
Quería encerrarse en su habitación, apagar el teléfono, descalzarse y enterrarse viva entre las sábanas hasta que el día acabara. 
No podía. 
Sólo podía esperar, con la mirada perdida en algún lugar al otro lado de la ventana, entre los árboles; su mente, en las nubes; su corazón, muy a su pesar, junto a él.













Antes de darme cuenta me quedé sin energía.




Besos de menta 

2 comentarios:

  1. ¡Hola!
    Me entró la curiosidad y decidí pasarme a curiosear por tu blog.
    Para empezar la imgagen de la cabecera me encantó :)
    Este relato me resultó precioso, y no pude evitar en ciertas ocasiones sentirme identificada a medida que iba leyendo.
    La música del blog es genial, me encanta evanescence *.* Claro que la canción de Amelie, también es preciosa.
    También me gusto mucho los adornos del texto mismo, tiene un efecto muy logrado.
    Un beso ^ ^

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