lunes, 25 de octubre de 2010

Noche nevada

Soñé que corría atravesando un bosque, siendo acariciada por los árboles.

En el sueño era de noche, una apacible noche clara con el cielo estrellado como techo de un escenario extremadamente idílico, demasiado perfecto.

Llegaba a un claro y paraba, estaba nevando y, sobre las hojas caídas, se extendía un ténue manto blanco.

Continuaba mi camino y llegaba al borde de un precipicio en lo alto de una colina.

Posando los pies desnudos en el suelo, descendía del que había sido mi medio de transporte

Sentado, él aullaba a la luna llena y, con los ojos cerrados, yo suspiraba mientras sentía la libertad mezclada con el viento que jugaba con mi pelo y con mis ropas

Ambos, con la cabeza alzada hacia las estrellas, sentíamos los copos de nieve derretirse al contacto con nuestros rostros y saboreamos el eucalipto que llenaba de esencia el aire de nuestro alrededor. 




Mi piel se erizaba, un escalofrío recorría todo mi cuerpo. A mi espalda, él se acurrucaba, invitándome a resguardarme entre sus patas. 
Así lo hice. 
Y cerraba los ojos, escuchando los latidos de mi compañero, mientras él dejaba que le acariciara el hocico suavemente con mis frías manos, igual de frías y pálidas como la nieve. 


Y cuando dormía en el sueño, oí la canción que me despertó de mi fantasía y me devolvió a la realidad, a las calles empapadas por la lluvia, a los sonidos de los coches y a la luz del día rompiendo el cielo en mil pedazos.












Besos de menta 
Cuando la realidad supera la ficción, pellízcate, seguramente estés soñando.

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